jueves, 5 de agosto de 2010

El cuento

CAPITULO I: LA SUERTE DEL HERRERO

Hace no mucho tiempo, en un reino cercano, habitaba un herrero que haciendo su pega se ganaba, modestamente, los monlacos. Un día estaba martillando piolita un pedazo de metal, más aburrido que cajero de peaje, cuando de pronto!!!, apareció ella, la Princesa del reino Muy Muy Cercano, luciendo su precioso pelo negro, cuidadosamente descuidado, sus ojos oscuros, tentadores y profundos; tanto que cuando la mirada del herrero y la de la Princesa se encontraron, el herrero sintió que caía dentro de ellos, tan profundamente que sintió que caería para siempre.


Cuando la Princesa se acercó al puesto del herrero, este le mostró los respetos correspondientes, y la atendió con la mejor de las disposiciones (ah no si no po’). La hija del Rey, sonriendo, aseguró que volvería (Herrero = más feliz que la cresta).

No había pasado mucho tiempo cuando la vio volver, por el mismo camino que había venido, fue justo para el día de Reina. Esta vez el herrero se había asegurado de estar bien presentado, más atento y espabilado que la última vez, donde casi lo único que hizo fue balbucear, reír y sentir que caía dentro de los ojos de la Heredera. En aquella ocasión tuvieron una pequeña plática, donde acordaron verse una tercera vez.

CAPITULO II: EL CUENTO DE HADAS

La tercera vez que se vieron, lo hicieron a escondidas del Rey, en realidad lo hicieron a escondidas de todo el mundo. Después de unos tragos de alcohol (catalizador de la acción venidera), nació la magia, que vino seguida de días provechosos, llenos de dicha y de fortuna para el herrero y la Princesa.

En uno de aquellos días el herrero, fue descubierto por una entidad desconocida de la realeza (No fue ni la PDI ni el GOPE), la cual vio en él un potencial increíble, como posible caballero de la corte. Fue así como de un día para otro el simple herrero se convirtió en flamante caballero del reino. Está demás decir (si está demás decirlo, no sé por qué lo hago igual) que con sus propias manos forjó su arma, su escudo y su armadura, eligió un buen caballo y listo; el (ahora) caballero estaba listo para enfrentar a cualquier monstruo que amenazara al reino y, por ende, a su amada princesa.

Continuara....

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